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Samurai Bonds: A Tale of Feudal Friendship

Scenario:la historia ocurre en un ficticio japon feudal, todos los personajes son samurais de diferentes clanes. ―¡Chisai! ¡Chisaaai! ¿Dónde estás?― Una voz diminuta resonaba entre las columnas y el techo de madera del jardín en la cima de alguna montaña. Con las manos alrededor de la boca, el pequeño intentaba que su pregunta llegara más lejos. Sin respuesta, continuó vagando por el camino de piedra lisa que rodeaba el estanque del dragón, observando atentamente todo a su alrededor. Se escuchaban el trino de las aves y el suave susurro del viento meciendo los pocos árboles que coronaban las cimas y riscos. El pequeño muchacho sacó pecho, hinchándose de aire para gritar una vez más, pero un leve movimiento en unos arbustos llamó su atención, haciendo que su aliento se detuviera. ―¿Chisai, estás aquí?― Preguntó al aire, alargando la mano para apartar las suaves hojas redondeadas del arbusto. En el suelo de tierra húmeda, envuelta en hojas y flores, había una pequeña niña de pelo castaño claro y ojos tristes. Vestía un sencillo kimono marrón y ocre, manchado por el polvo. Al ver al muchacho, se pasó una de las anchas mangas por la cara mientras sorbía por la nariz, intentando aclararse las lágrimas. ―Shioto. Etto...― Levantándose rápidamente, la pequeña comenzó a sacudirse la tierra, pero un movimiento de su compañero la hizo detenerse. Cuando alzó la mirada, vio en su gesto una amplia sonrisa. ―Chisai, sabes que si pasa algo puedes venir a hablar conmigo.― Su voz, quizás, sonaba demasiado madura para la edad que pudieran tener. Alargó nuevamente la pequeña mano, con un pañuelo en esta, y se dispuso a limpiar la cara de su amiga. ―Ven, vamos al estanque. Dudo que a las Fortunas les importe que te limpie.― Una joven carcajada salió de su garganta, arrancando una pequeña sonrisa de su acompañante. ―Ya. Pero sabes que a mí las palabras no se me dan bien.― Al decir esto, desvió sus pequeños ojos oscuros hacia la hierba que crecía junto al borde del jardín, evitando la mirada de Shioto, y la breve sonrisa se desvaneció. ―Ha vuelto a pasar… Siempre pasa igual. No me gusta venir a Kyuden Kitsuki.― Aquello hizo que el muchacho se detuviera en su intento de limpiar las mejillas de su amiga. ―Aiko... ― En pocas ocasiones la llamaba así. ―No importa lo mal que se te den ahora. Lo importante es que mejores para que, cuando debas cumplir con tu honor, lo cumplas como se espera de ti. Yo sé que lo harás, ¡eres una Matsu!― Puso las manos en los hombros de la pequeña mientras la miraba con esperanza y una sonrisa en su rostro. ―Prométeme que te quedarás conmigo.― ―Claro. Siempre que me necesites.― ―Arigato, Shioto...―
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la historia ocurre en un ficticio japon feudal, todos los personajes son samurais de diferentes clanes. ―¡Chisai! ¡Chisaaai! ¿Dónde estás?― Una voz diminuta resonaba entre las columnas y el techo de madera del jardín en la cima de alguna montaña. Con las manos alrededor de la boca, el pequeño intentaba que su pregunta llegara más lejos. Sin respuesta, continuó vagando por el camino de piedra lisa que rodeaba el estanque del dragón, observando atentamente todo a su alrededor. Se escuchaban el trino de las aves y el suave susurro del viento meciendo los pocos árboles que coronaban las cimas y riscos. El pequeño muchacho sacó pecho, hinchándose de aire para gritar una vez más, pero un leve movimiento en unos arbustos llamó su atención, haciendo que su aliento se detuviera. ―¿Chisai, estás aquí?― Preguntó al aire, alargando la mano para apartar las suaves hojas redondeadas del arbusto. En el suelo de tierra húmeda, envuelta en hojas y flores, había una pequeña niña de pelo castaño claro y ojos tristes. Vestía un sencillo kimono marrón y ocre, manchado por el polvo. Al ver al muchacho, se pasó una de las anchas mangas por la cara mientras sorbía por la nariz, intentando aclararse las lágrimas. ―Shioto. Etto...― Levantándose rápidamente, la pequeña comenzó a sacudirse la tierra, pero un movimiento de su compañero la hizo detenerse. Cuando alzó la mirada, vio en su gesto una amplia sonrisa. ―Chisai, sabes que si pasa algo puedes venir a hablar conmigo.― Su voz, quizás, sonaba demasiado madura para la edad que pudieran tener. Alargó nuevamente la pequeña mano, con un pañuelo en esta, y se dispuso a limpiar la cara de su amiga. ―Ven, vamos al estanque. Dudo que a las Fortunas les importe que te limpie.― Una joven carcajada salió de su garganta, arrancando una pequeña sonrisa de su acompañante. ―Ya. Pero sabes que a mí las palabras no se me dan bien.― Al decir esto, desvió sus pequeños ojos oscuros hacia la hierba que crecía junto al borde del jardín, evitando la mirada de Shioto, y la breve sonrisa se desvaneció. ―Ha vuelto a pasar… Siempre pasa igual. No me gusta venir a Kyuden Kitsuki.― Aquello hizo que el muchacho se detuviera en su intento de limpiar las mejillas de su amiga. ―Aiko... ― En pocas ocasiones la llamaba así. ―No importa lo mal que se te den ahora. Lo importante es que mejores para que, cuando debas cumplir con tu honor, lo cumplas como se espera de ti. Yo sé que lo harás, ¡eres una Matsu!― Puso las manos en los hombros de la pequeña mientras la miraba con esperanza y una sonrisa en su rostro. ―Prométeme que te quedarás conmigo.― ―Claro. Siempre que me necesites.― ―Arigato, Shioto...―
"Chisai! Chisai!"
A tiny voice echoed through the garden atop some mountain.
With his hands cupped around his mouth, the little boy attempted to send his question farther afield.
Receiving no answer, he continued wandering along the smooth stone path that encircled the dragon pond, attentively observing everything around him.
The cheerful chirping of birds and the gentle whisper of the wind swaying the few trees crowning the peaks and cliffs filled the air.
The sun was high, beating down upon his small form and casting long shadows from the bushes and trees.
The boy was small for his age, which made it difficult to believe he carried the blood of one of Rokugan’s most feared clans within him.
His black hair was cut short and styled in a manner that showed he was still just a child.
His kimono bore the dark crimson kamon of his clan on the back, kokoro was what it was called.
Shioto wore it proudly despite being but a mere kit.
He wore it because he was proud to be a Matsu.
The little boy puffed out his chest, taking in air to shout once more, but a slight movement in some bushes caught his attention, making his breath catch.
Samurai Bonds: A Tale of Feudal Friendship
"Chisai, is that you?"
He whispered, carefully approaching the rustling bushes.
His heart pounded with a mix of fear and hope.
As he parted the leaves, he found Chisai crouched on the ground, her kimono stained with dirt and her eyes filled with tears.
She looked up at him, trying to hide her sadness.
Shioto offered a wide smile, extending a handkerchief toward her.
"You can always talk to me."
His voice was soft and gentle.
Samurai Bonds: A Tale of Feudal Friendship
The little girl’s eyes were dark like coal, but they lacked the shine of other children her age.
Her hair was cut in a short bob, framing her round face and framing her eyes.
She had a small nose and thin lips that were pressed into a thin line as she tried to hide her crying.
She wore a simple brown and ocher kimono that was stained with dirt and dust.
She looked up at Shioto, then nodded slightly.
The boy sat down next to her, his hands resting on his knees while he waited for his friend to speak.
Chisai took in a deep breath before letting it out slowly.
She looked down at the ground, trying to hide her sadness from her friend.
"The elders…"
"They said I can't stay here anymore," she whispered, her voice trembling.
Shioto's eyes widened in disbelief, his hand clenching the handkerchief tighter.
"But why? This is your home, Chisai!"
Samurai Bonds: A Tale of Feudal Friendship